A primera hora de la mañana nos encontraremos en Marrakech, sobre las 8:00 horas y pondremos rumbo hacia nuestra meta de hoy: Zagora. Tras las presentaciones conduciremos a través del paso de montaña Tizi N Tichka que atraviesa el Alto Atlas. Este paso es de los más altos del norte africano con unos 2300 metros de altitud aproximadamente. Mientras pasamos este tramo verás que el paisaje que nos acompaña es increíble: montañas con terrazas verdes acompañadas de cultivos, riachuelos, pueblecitos bereberes…
Puesto que este paso de montaña alberga multitud de paisajes, aprovecharemos y nos detendremos en uno de los pueblos bereberes para comer, estirar un poquito las piernas y respirar profundo en esta maravilla de paraje. Tras la pausa seguiremos nuestro trayecto hasta la próxima parada: el Kasar de Ait Ben Haddou, a unos 30 km de Ouarzazate.
Ait Ben Haddou es sin ninguna, ninguna, ninguna duda, de los paisajes más característicos y particulares de Marruecos. Es el kasar más conocido del país. Fue diseñado para que la vida de los cultivos y verdales fuera próspera junto a los ríos. Hoy día es considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por su ubicación geográfica fue una ciudad en expansión que alojaba a miles de personas. Contaba con plazas, mezquitas, posadas, cementerios… pero cuando las rutas de caravanas comerciales fueron decreciendo, sus habitantes fueron abandonando el lugar en búsqueda de otro que les permitiese prosperar.
Sus orígenes se remontan a sus primeros habitantes, una tribu bereber. Está situada sobre una colina, a la derecha del río Ounila y sus alrededores son verdales que contrastan con el paisaje desértico. Es espectacular, de verdad.
Se esperaba que este Ksar fuera pasto de arena, pero la UNESCO ha contribuido a su buen estado de conservación y hoy día también es conocido por ser escenario de películas conocidas mundialmente como Gladiator o la última serie que ha tenido enganchado a medio mundo, Game of Thrones.
Este kasar está dentro de la conocida ruta de Las Mil Kasbahs, que abarca desde la cordillera del Atlas hasta el desierto del Sáhara marroquí. Así que comenzaréis a notar el cambio de las verdes montañas a palmerales, cañones y valles con kasbahs dispersadas por el terreno. Para entendernos un poquito mejor: una kasbah es una construcción tradicional del sur del país hecha de adobe que era utilizada como vivienda.
Tras esta parada, continuamos el camino atravesando el Valle del Draa, llamado así por su río, el más largo de Marruecos que nace en el Alto Atlas y desemboca en el océano atlántico. Este Valle tiene aproximadamente unos 200 kilómetros de longitud y lo visten miles de palmeras datileras, entre otra vegetación y kasbahs dispersas por el terreno como vivienda y construcción principal. Es el segundo palmeral más grande de África. Hay que verlo porque es todo un espectáculo, de verdad.
Seguimos atravesando el Valle dirección a Zagora. La que un día perteneció a la dinastía de los almorávides es hoy una ciudad que apenas está resurgiendo y haciéndose hueco en el sur de Marruecos. Pertenece a la región de Tafilalet, a los pies del Atlas marroquí y al final del Valle del Draa, a pocos kilómetros ya de la frontera con Argelia. Sus paisajes están caracterizados por macizos y montañas áridas, palmerales aislados y kasbahs que se camuflan con el entorno.
Zagora tiene poquitos habitantes, es una ciudad tranquila, contemplativa, que invita a unirte al compás de su cotidianidad, a la reflexión y a dejar salir sin tanto espanto esa parte más introspectiva que suele ser eclipsada la mayoría del tiempo por el frenético ritmo de vida que protagoniza nuestros días.
Al llegar a Zagora nos estarán esperando con una cálida bienvenida, como es habitual en estas tierras. Tomaremos un poquito de té dulzón a la menta y aprovecharemos para hacer un breve descanso hasta que estemos listos para dirigirnos al interior del desierto. Cambiamos el transporte de cuatro ruedas por dromedarios guiados por su cuidador local que os conducirá a los campamentos de jaimas situados a pie de las dunas. Te avisamos de que este momento va a afinar bastante tus sentidos: los contrastes que están ante ti sumando la particular puesta de sol que tendrás la oportunidad de disfrutar subido a lomos de un dromedario, quién te lo iba a decir ¿verdad?
Los campamentos donde os alojaréis están equipados con jaimas, tiendas improvisadas levantadas sobre mástiles atirantados de cuerda, muy confortables y acogedoras. Cuando dejéis vuestras pertenencias os espera una cena tradicional. Para terminar el día tomaréis asiento alrededor de una hoguera, al ritmo de tambores bereberes y sobre vuestras cabezas el cielo más estrellado que probablemente hayáis visto jamás. Ocasión para pedir infinitos deseos, pues contemplarás un sinfín de estrellas fugaces.